Desperdiciando la vida

El día que me ascendieron, los que hasta aquel momento eran mis iguales, se convirtieron en personas distintas para mí, y yo para ellos. Me desconcertaba ver su recién adquirida sumisión, pues era idéntica a la que yo había profesado con el anterior gerente. Cansado como estaba, como todos, no podía sino pensar en la frustración que debería arrastrar de haber sido otro el elegido para el cargo. Podía sentir esa frustración en sus caras. No tardé en acostumbrarme y en rodearme de los lujos que permitía mi nuevo estatus. Mi mujer debía de ser entonces una de las más felices del mundo. Un buen coche, un buen colegio para la niña, y alguna que otra joya que zarandear frente a los ojos envidiosos de sus amigas. Tenía el convencimiento de que la vida, por fin, estaba bien, pero me engañaba, y fue gracias a un vagabundo, o lo que yo en un principio consideré un vagabundo, que pude darme cuenta de haber estado desperdiciando mi vida, y ahora soy enteramente feliz, y no puedo evitar, como...