Chapelwaite

 


 

Adrien Brody regresa de entre los muertos

Si no se le tiene en cuenta la sumisión a las servidumbres étnicas y de género propias del audiovisual contemporáneo —el mundo ha cambiado bastante desde la publicación, en 1978, del relato que le sirve de base— "Chapelwaite" es una miniserie sumamente disfrutable y a la que adorna una cualidad cada vez menos acostumbrada: igual que Stephen King, da lo que promete.

Produce y protagoniza Adrien Brody, objeto durante dos décadas de un despreciable "mobbing" cuya génesis se me escapa, más allá de la envidia —“humana, demasiado humana”— que debió de despertar el Oscar, por otra parte, merecidísimo, con que se reconociera su interpretación en "El pianista" ("The Pianist", 2002), de otro proscrito con mayúsculas como Roman Polanski, o el homenaje que se dio a costa de Halle Berry en plena euforia post premio y que hoy le habría granjeado un ostracismo aún peor.

Con todos los tópicos que se les ocurran —mansión encantada, cementerio en el jardín, niños ojerosos, nocturnidad, alevosía, rayos y centellas—, "Chapelwaite" constituye un muy correcto ejercicio de terror gótico, de aliento clásico, cuidada escenografía y notable eficacia en la construcción de una atmósfera ciertamente inquietante, pese —insisto— a lo trillado de sus componentes, prueba de que en cualquiera que sea el arte, hay motivos imperecederos. O dicho en román paladino: está todo inventado.

Junto a las antedichas licencias "woke" —mujeres empoderadas en 1850, o un afroamericano armado hasta los dientes paseándose por el pueblo sin que uno sólo de sus puritanos vecinos parezca reparar en ello—, los responsables de "Chapelwaite" se toman otras a fin de tornar una narración epistolar en un formato más atractivo desde el punto de vista audiovisual. Esta quizá me resulte la decisión más discutible, habida cuenta de que el original constituye un ejemplo de manejo sabio de las elipsis, mientras que su adaptación televisiva presenta media docena de puntos muertos, algunos de los cuales pueden llegar incluso a desafiar la paciencia del espectador.

En cualquier caso, insisto en que "Chapelwaite" se muestra verdaderamente eficaz en la reproducción de un microcosmos malsano al estilo de "Sleepy Hollow" (ídem, 1999), salpimentado además con numerosos pasajes bizarros que remiten a "Vampiros de John Carpenter" ("John Carpenter´s Vampires", 1998), entre otros títulos de gozoso y hemoglobínico recuerdo. En suma, el regreso de Adrien Brody de entre los (no) muertos me ha supuesto una sorpresa ciertamente grata, un ejemplo de entretenimiento sin pretensiones y de tratamiento honesto y respetuoso de las fuentes. Lo cual, viendo la desalentadora deriva del subgénero, no carece de mérito.

©Carorpar

 

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