La vida era eso

 

La cineasta Josefina Molina y la actriz Lola Herrera se atrevieron a nombrar a principios de los años ochenta lo que infinidad de mujeres de su generación callaban. Lo hicieron en Función de noche, un filme cuya descarnada verdad perdura y perdurará como expresión del dolor de tantas españolas para las que el sexo era, si es que era algo, solo un grito sordo. El actor Daniel Dicenta pagaba los platos rotos con el reproche vertido por su exmujer en una de sus más famosas secuencias. “Soy una mujer que nunca ha tenido un orgasmo”, le decía a la cara (y a la cámara) a él y a todos los que habían sido educados como él. La vida les había estafado, le intentaba justificar el padre de sus hijos: “A nuestra generación nos han hecho mierda”.

La vida era eso no ocurre en los años de la Transición, pero su personaje principal, la abuela de mirada triste que interpreta Petra Martínez, es una mujer de entonces que emigró a Bélgica para no volver nunca atrás. Afectada por una enfermedad del corazón, la mujer coincide en la habitación de un hospital con una nueva española emigrante, una joven que interpreta Anna Castillo. Mientras ellas convalecen, la televisión belga informa del 15-M y la abuela de ojos tristes empieza mirar de reojo a su vecina de cama y a una generación que quizá sí tiene algo que decirle, al menos sobre el deseo.

El debut en la ficción del director David Martín de los Santos, curtido en el cortometraje y el documental, es todo un homenaje a las mujeres nacidas en la posguerra que han vivido de espaldas a su propio cuerpo. De la mano de Petra Martínez y de Castillo, la muestra de respeto no se queda en vacua palabrería, sino que mutará en un emocionante viaje de regreso a las raíces y la vida.

Con vetas de una road movie interior y física entre el norte y el sur de Europa, la película ocurre entre la sombría rutina de una mujer que se siente apolillada y la inesperada luz que descubre al enrolarse en una secreta misión en las salinas del Cabo de Gata. Allí, en el paisaje solitario y fronterizo de un no-lugar, el espectador descubrirá a una mujer de 77 años dispuesta a mirar de frente.

La vida era eso toca asuntos muy íntimos y frágiles con una sutileza y pudor que redoblan el falso golpe de cualquier subrayado, siempre confiando en la voz baja de sus dos inmensas actrices. Con su habitual desparpajo, Anna Castillo logra estar presente incluso cuando no lo está. Pero si su ausencia se convierte en presencia es en gran medida gracias a lo que consigue Petra Martínez con las armas de sus ojos y de un personaje que ella hace único. La fuerza contenida de esta singular actriz, su capacidad para evocar todas las edades y ninguna, para matizar las emociones sin un solo exceso verbal o gestual, convierten este reposado homenaje a toda una generación de mujeres en una sonora bofetada a la sociedad que aún hoy les niega el deseo.

© ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS


 

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