Por siempre jamás (Disparu à jamais)

 

Los dos primeros episodios de Por siempre jamás son extremadamente prometedores. La serie plantea un enigma a resolver y consigue que conectemos de inmediato con Guillaume, el personaje encargado de encontrar respuestas. Para hacerlo todo más interesante, el ir y venir entre dos líneas temporales a las que separan diez años nos mantiene alerta. Lo único que nos preguntamos es por qué no confían en nuestra capacidad de observación e insisten en indicar cuándo se produce cada uno de los saltos en el tiempo.

La respuesta a dicha pregunta llega en los siguientes episodios, cuando una línea temporal tras otra se va sumando a la trama hasta presentar una cantidad contraproducente de incógnitas, personajes, subtramas y tragedias. Es en este aspecto que Por siempre jamás recuerda, y no para bien, a El inocente. Al igual que ocurre en la serie dirigida por Oriol Paulo, para cuando llegamos al desenlace, han sido ya tantas las incógnitas planteadas y despejadas que la conclusión no resulta nada satisfactoria. Sobre todo, teniendo en cuenta el esfuerzo que hemos hecho para no dejar la serie a medias.

A los muchos frentes abiertos de Por siempre jamás hay que añadir la dirección hacia lo imposible que van tomando las aventuras protagonizadas por Guillaume, quien, en cuestión de horas, pasa de ser un tranquilo trabajador social a un osado detective. A este cambio tan drástico se añade un exceso de tragedia que inunda el pasado de los muchos personajes en torno a los que gira la acción. De este modo, de un pausible drama familiar, llegamos a una maraña de desdichas que incluyen prostitución, tráfico de drogas, maltrato, asesinato, tortura y engaño.

Definitivamente, el elemento de intriga que consigue engancharnos al inicio de la serie acaba por diluirse en un mar de desgracias que le resta calidad y humanidad a la trama, consiguiendo disminuir nuestro interés por descubrir la verdad. Afortunadamente, y al contrario que El inocente, Por siempre jamás nos ahorra tres horas extra de aflicción y pone punto final a la serie en el quinto episodio.

Son las interpretaciones de los actores principales de Por siempre jamás quienes consiguen dotar a la serie de la suficiente cordura como para mantenerla más o menos a flote. De entre todos los miembros del multitudinario elenco, Finnegan Oldfield (Marvin ou la belle éducation), Garance Marillier (Crudo) y Nailia Harzoune son quienes más profundidad aportan a sus personajes.

Lástima que, en repetidas ocasiones, su labor se vea entorpecida por una banda sonora que no encuentra el momento oportuno para crear una atmósfera de tensión. De este modo, la música del gran compositor sueco Johan Söderqvist (Déjame entrar, En un mundo mejor) agobia más que acompaña y, lo que sería un detalle sin importancia en una producción medianamente correcta, acaba siendo otro obstáculo en el camino para disfrutar de Por siempre jamás.

© Esther Alvarado


 

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