Britannia



No quiero ni imaginar la de palos que se llevarían los guionistas de Britannia de haber sido españoles. Por Dios, es horrible, peor que las peores previsiones que dejaban los trailers. Una hija bastarda más, parida por las televisiones tras el éxito de Vikings. Desde que esta demostró hace 5 años que se podía hacer una serie buena y lograr con ella éxito y popularidad sin necesidad del mastodóntico presupuesto de Juego de tronos, cada pocos meses llega un nuevo intento.

Britannia carece de cualquier atractivo para verla. No he podido pasar de sus primeros episodios. Es aburrida, apenas hay épica, ni combates ni espectacularidad, ni profundiza en los personajes, despachados con un puñado de estereotipos, como el del militarote brutal y la bella guerrera que lucha por la libertad. Llegado el cuarto capítulo sigues sin saber muy bien quien es quien o que rol juega el resto de personajes secundarios, presentados en una sucesión de escenas aleatorias y sin coherencia entre ellas. La producción es cutre y baratilla, apenas cuatro gatos con disfraces. Apenas recuerdo truños nacionales como Viriato, pero joder no podía ser mucho peor que Britannia.


No entiendo como actores del caché de David Morrisey y Kelly Reilly se han prestado a protagonizar semejante mierda. Aunque Reilly al menos lo intenta, sabe dar matices a su personaje, se involucra, Morrisey está peor o ha sido más listo, ha cogido el cheque a cambio de una actuación que apenas se toma en serio.


Roma, el maravilloso mundo de Roma da para cientos de series, pero nadie o casi nadie sabe aprovecharlo. Están la serie inglesa de los setenta Yo, Claudio, de la BBC, la Roma de HBO y pare usted de contar. Además en el cine, lejos de la variedad temática de hace cincuenta años, últimamente se insiste en mostrarnos el papel conquistador de Roma en Britania, con pelis de serie b como La última legión, Centurión y La legión del águila, cuando realmente fue un episodio menor de la historia de Roma, una provincia que nunca fue rentable por si misma y que solo fue conquistada contra la opinión del Senado, por la necesidad del emperador Claudio por asentarse en tan inestable trono y demostrar que pese a sus defectos físicos sabría gobernar.


Pese a todos los fallos señalados antes, lo peor de Britannia es el nulo respeto por la historia. Primero por entregarse a tonterías varias sobre druidas magos que preveían el futuro a través de alucinaciones en ceremonias en medio de Dólmenes, cuando eran unos santuarios hacía siglos en desuso y porque lo druidas que presenta la serie parecen chamanes apaches o sioux, cuando en realidad fueron una temible y cerrada casta sacerdotal que pasaba el legado oralmente de padres a hijos para perpetuarse en el poder, al estilo de los Brahmanes hindúes.


Y segundo, porque Britannia prescinde del contexto y los personajes históricos. Ni los hermanos Togodumnus y Caratatus que lideraron la resistencia inicial aparecen mencionados, ni lo está la reina Cartimandua, la gran colaboradora que facilitó que se asentase el poder romano, ni por supuesto sale la reina Boudica que lideraría década y media después el gran levantamiento contra Roma que casi aniquiló a la célebre Novena Legión Hispana mandada entonces por el legado Petilio Cerial y a punto estuvo de expulsar a los romanos, salvados por las diferencias irreconciliables entre las distintas tribus britanas y la habilidad militar del gran Julio Agrícola.


Ya, ya sé que algunos dirán que es ficción que solo pretende entretener, pero lo hace francamente mal. Quien quiera conocer novelada la conquista romana de Britania, le recomiendo Águilas y Cuervos, de la escritora Pauline Gedge, que saber rellenar con habilidad los agujeros de la historia de forma que el lector piense que lo que cuenta de lo que no se sabe perfectamente pudo ser lo que pasó. La serie no sólo no lo consigue, sino que ni está interesada en intentarlo.



No quiero tampoco ser excesivamente cruel por la machacona insistencia de las cuotas raciales en el cine y series actuales, que nos lleva a ver actores de otras razas en cualquier periodo histórico. Ni voy a negar que hubiera legionarios de color, quizá no completamente negros, en las legiones romanas, pero esas unidades de auxiliares formaban un todo, reclutadas en su tribu, era impensable ver un legionario de color sirviendo en una unidad de legionarios reclutada en Europa.


En conclusión, una tomadura de pelo a cuyo lado la española La Peste, que tanto critiqué la otra semana, parece una obra maestra.

Lorenzo

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