Den Döende Detektiven (Suecia).



El broche final a una magnífica trilogía

Las aventuras del comisario Lars Martin Johansson nos han permitido conocer de primera mano, algunos pasajes importantes de la reciente historia sueca, mediante sus miniseries que han tratado el asesinato de su primer ministro Olof Palme como vimos en ‘En Pilgrims Död‘ o atentados terroristas con implicaciones internacionales como en ‘ Den Fjärde Männen’, a las que le tengo un cariño especial, por ser la primera de ellas la que inauguró el apartado de series remotas en el blog hace casi cuatro años y medio.


En esta ocasión el personaje creado por Leif GW Persson, se enfrenta a su último caso, como queda bien patente desde el título ‘Den Döende Detektiven’ que se traduce como ‘El Detective Moribundo’, toda una declaración de intenciones de su autor, respecto a su personaje favorito.


Al haberles hablado en términos elogiosos de las dos miniseries anteriores, no podíamos dejar de lado la obra que cierra la trilogía de unas historias importantes para conocer diversos aspectos de la Suecia contemporánea.



La trama: El comisario Lars Martin Johansson está jubilado y se dedica principalmente a la buena vida, llena de excesos culinarios, alcohólicos y fumadores, que le acaban pasando factura en forma de un infarto que lo deja parcialmente paralizado de un lado del cuerpo.
Durante su convalecencia, una doctora obsesionada por un suceso, reconoce al famoso comisario y ex-jefe de policía y le comenta un caso antiguo de hace veintiocho años, como fue el brutal asesinato de Yasmine, una niña de ocho años, hija de inmigrantes iraníes, un caso que nunca fue resuelto.


Johansson se lanza de lleno a la investigación del caso, para mantener su cabeza alejada de su precaria situación física y sobre todo de la renuncia que debe realizar de todos los placeres de la vida, en aras de preservar su precaria salud.
Pronto involucra a su antigua ayudante Jeannette Erickson (la gran Helena Af Sandeberg) , para que se le una en su cruzada particular, junto a Max, su asistente personal, un inmigrante ruso que se convierte en el cuerpo y fuerza del comisario, para hacer el trabajo sucio que requiere la investigación.


La principal diferencia de este último caso es la falta de implicaciones políticas con una trama meramente criminal, donde nuestro protagonista pone su privilegiada mente y dotes de deducción e investigación al servicio de la ley, para conocer la verdad sobre un crimen tan abyecto como el de una niña.
El tono es mucho más melancólico y crepuscular como corresponde a la despedida de un viejo amigo, con el que hemos pasado grandes momentos y siempre es una delicia ver como saca indicios de debajo de las piedras de un caso que lleva inconcluso casi tres décadas


Como siempre, la actuación del gran actor sueco Rolf Lassgard es memorable, en este caso con la dificultad añadida de la escasa movilidad de su personaje que compensa con su gran capacidad gestual para poder transmitir emociones contenidas como lleva demostrando desde hace mucho tiempo tras su salto a la fama como el comisario Wallander original.


El tono humano de toda la miniserie está alejado de las connotaciones políticas y sociales de sus dos predecesoras, pero a cambio nos desnuda casi por completo los aspectos personales de la vida del comisario Johansson, que hasta ahora habían estado más supeditados a los casos que investigaba, hasta llegar al precioso final que cierra con nota la trilogía de miniseries basadas en los libros de Leif GW Persson.
Epilogo:
En este caso la recomendación es muy sencilla, si disfrutaron con las dos historias anteriores tienen una cita ineludible, si no la conocen, empiecen por la primera entrega para seguir su evolución en sentido cronológico, si disfrutan con las historias intensas con un toque ‘nordic noir’ no se la pierdan.

LORENZO MEJINO

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