El instante (las horas) mas oscuro (as)



"Unwanted"...Indeseado.
Así se percibía a sí mismo Churchill antes de ser nombrado primer ministro; así era percibido por el rey de Inglaterra, por su propio partido y por buena parte de la población. El desastre de Gallipolli y ciertas acciones que llevaron a la muerte por fuego de varios anarquistas lo pusieron en solfa, así como sus actitudes hacia las huelgas mineras debido a la ojeriza que tenía a los sindicatos anarquistas, socialistas y comunistas.
Pero era el único que, aparte de Hallifax, podía tolerar la oposición cuando se descabeza a Chamberlain.

La película parte en este punto y termina con el salvamento de Dunquerke. Entre tanto, podemos disfrutar de una fotografía maravillosa que remarca los claroscuros al más puro estilo de Rembrandt o Velázquez; de una banda sonora correcta y de una cinemática que tiene sus momentos más logrados en los discursos en el Parlamento.
Sin embargo, lo más destacable son las palabras y quien las pronuncia, pues fueron sus discursos (según la película, no según la Historia), las que hicieron del 'Never Give Up' ("No rendirse jamás") casi un lema nacional.

 Y es Gary Oldman el que se mimetiza con el personaje, tanto en dicción (asomboroso cómo lo hace. Por favor, vedla en versión original), en lenguaje corporal y en expresión facial aún bajo las extensas capas del oscarizable maquillaje. Magnífico. Lo borda en la que, creo, es la mejor actuación de los últimos quince años.Y con Oldman es mucho decir.

Volviendo a las palabras, donde más deslumbran es en ese momento populista en el tren, muy bien filmado y guionizado, y en las dos arengas finales, que llegan a emocionar por más palpable que sea la manipulación emocional en la que se basa la susodicha escena del tren, pues es bien sabido que el propio Churchill era firme defensor de una coalición anticomunista y para eso estaba dispuesto a pactar con la Alemania nazi bastante antes de que pasara todo esto. Concretamente, en una reunión mantenida en 1938, Von Ribbentrop (embajador de Alemania en el Reino Unido), ya le confía a Churchill que Alemania iba a invadir la URSS. Y no dice nada. Es más, se alegra.
Cosa que se le olvida mencionar a los pasajeros del tren. Curiosamente.

 Pero como la vida te da sorpresas, el que estuviera dispuestísimo a pactar con Hitler contra los soviéticos, como el novio desengañado, como el fumador desenganchado por fin, se revuelve como un loco y pasa a ser el mayor enemigo de lo que antes deseaba: HItler. Y los periódicos de esa época, tras poner verde a los rusos y sus atrocidades en Finlandia y otros países, de repente pasan a ser no tan malos y el demonio pasa a ser Alemania. La prensa y su objetividad, ya saben. Cosa que dura hasta hoy.
 Y debido a ello (y otras razones, pues es política, donde la integridad brilla por su ausencia y dado que, como dicen en la película, Churchill solo miraba por él mismo), se opone con uñas y dientes a cualquier tratado de paz (que ocupa buena parte del film). Y tuvo razón, por demás. Y supo ganarse a los políticos y al pueblo, al menos durante la contienda, pues al acabar esta fue vencido y desalojado del 10 de Downing Street.

Nada de esto aparece en la película, por supuesto. Como el Lincoln de Spielberg, es una especie de hagiografía donde hasta sus exabruptos nos parecen encantadores y donde se le engalana con unos valores que están en el imaginario nacional y colectivo, pero no en la realidad.
Quién no conozca la fisonomía del actor Gary Oldman y lo viera por primera vez en la piel de, un personaje histórico como es, Winston Churchill, pensaría que es así realmente. El caso es que he quedado prendado de su excelente, de su maravillosa interpretación en este film dirigido con una notable eficacia por Joe Wright (recordado por la estupenda Expiación. Más allá de la pasión). Sin duda alguna, y no se le puede negar que con esta película nos encontramos con un drama histórico que cuenta con un guión, un libreto escrito por el nominado al Oscar Anthony McCarten (La teoría del todo) y que ha sido muy bien llevado a la gran pantalla. Hace unos años se estrenó en los cines El Discurso del Rey y hace algunos meses Christopher Nolan nos brindó la oportunidad de conocer la historia de Dunkerke. Dos películas que se relacionan muy bien con la que ahora nos ocupa. Si alguien se quedó con las ganas de más, aquí el señor Wright nos da algunas pinceladas adicionales sobre el tema desde otro punto de vista. 

Junto al grandioso trabajo del mencionado Gary Oldman (El topo) en la piel de Winston Churchill, podemos vislumbrar que le acompañan Ronald Pickup (El nuevo exótico Hotel Marigold) como Neville Chamberlain, el siempre eficaz y muy profesional Ben Mendelsohn (Rogue One: A Star Wars Story) como el Rey Jorge VI, Kristin Scott Thomas (Suite francesa) como Clementine Churchill, la mujer del Primer Ministro, y Lily James (vista en la bastante regular película titulada Orgullo + Prejuicio + Zombis y en la aplaudida serie británica Downton Abbey, entre otros trabajos para la gran y para la pequeña pantalla) como la secretaria personal de Churchill.


Una cinta muy académica, que ha tenido toda la pinta de gustar, y mucho, de ahí el Oscar,  a los miembros de la Academia, es que me recuerda al caso ya mencionado más arriba de El discurso del Rey. Oldman me parece un actor sensacional y la mayor parte de esta El instante más oscuro se sostiene, flota gracias a él, a su mastodóntica interpretación. Además, claro está, de la majestuosa labor de maquillaje que ha debido de soportar el actor para poder transformarse en Churchill. Digna de un galardón dorado de la Academia, como también la del propio actor. Para quitarse el sombrero. Tres cuartos de lo mismo con la ambientación de la época, y la partitura compuesta por Dario Marianelli con la que consigue sacarte alguna lágrima durante el metraje. Lily James es una ricura, y encima su personaje destila mucha inocencia, es realista y muy creíble. Por lo que a mí respecta, estamos ante un drama histórico casi sobresaliente, demasiada palabrería, demasiadas charlas, pero bueno, que os la recomiendo encarecidamente.

 

 

En definitiva, una película dignísima de ver, cuyos 120 minutos pasan en un suspiro y donde a veces te olvidas de que Churchill está muerto gracias a la intensidad discursiva y a la interpretación de Oldman, quien opaca al resto de excelentes secundarios hasta convertirlos en meras comparsas, por más entidad que quieran darles, como en el caso de su mujer (Kristin Scott Thomas) y su secretaria (Lily James).

Creo que no os defraudará. Incluso os puede gustar.
Eso sí, olvidaos de la historia detrás de la Historia que han dibujado.
                                                                                                                                                  Áralan

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