The Railway Man (Un largo viaje)



Curioso lo que ha ocurrido con esta película. Tiene todos los elementos necesarios para gustar y para arrasar en premios, y por el contrario ha pasado de puntillas y ha sido completamente olvidada. El mundo del cine cada vez es más inexplicable.
Además, me cuentan que durante la proyección en el Festival de San Sebastián fue uno de los títulos más aplaudidos por el público, mientras que la crítica especializada la recibía de una manera tibia y distante.

Cada cual que saque su conclusión, la mía está muy clara, estamos ante una película magnífica, que con un poco más de esfuerzo quizás hubiera sido extraordinaria.
The Railway Man (soberbio, frágil y doloroso Colin Firth) conoce ya en su madurez a la que será su esposa (Nicole Kidman, contenida, hermosa, sutil). Y pronto será inevitable darle la espalda a las horribles pesadillas, miedos y traumas que arrastra desde décadas; cuando tiempo atrás (con el rostro de un sorprendente y entregado Jeremy Irvine), colaboró en la continua construcción del puente que unía Birmania y Tailandia sobre el río Kwai, bajo la constante tortura del ejército japonés. Y gracias al amor y al cuidado de su esposa, este hombre encuentra la fuerza para volver a su pasado, al lugar de su mayor terror, y hacerle frente a su principal captor, siempre con un dilema moral sobre sus hombros: ¿venganza o perdón?


Esta sencilla historia sirve para contener un delicado e inteligente estudio psicológico del terror de la guerra y de los años que hacen falta para superarla.
The Railway Man es también una hermosa historia de amor incondicional, y una sutil exposición sobre los límites morales de aquel conflicto terrible. Y sin caer en lo tópico o doctrinario, es una película capaz de devolver cierta ráfaga de fe en el ser humano, aun cuando este es capaz de destrozar el frágil y hermoso tesoro del que disponemos: nuestra dignidad.


Comienza de una manera muy diferente a lo que esperas, un hombre maduro, retraído, conoce a una mujer en uno de sus múltiples viajes en tren por Inglaterra. Todo parece que quiere discurrir por terrenos románticos con los paisajes de las Highlands de fondo. Nada más lejos de la realidad.
El argumento nos deriva a las consecuencias de la guerra y a un universo que bien podría ser deudor del trabajo de cineastas como David Lean, del que bebe clarísimamente en contadas referencias a una de sus obras más conocidas “El puente sobre el río Kwai”. Pero a diferencia de esta recordada película, que apelaba al optimismo en medio de la barbarie, nos encontramos con un desarrollo mucho más cruel y repleto de torturas.


La trama se mueve en dos espacios temporales, y aunque temes que la cosa se embarulle, no tarda en centrarse y atraparte durante todo el metraje. Es una película pausada para ver tranquilamente y para disfrutar de sus excelentes interpretaciones. El siempre sólido Colin Firth da paso a su versión más joven con el rostro de Jeremy Irvine, un actor emergente, que da un paso más en una excelente interpretación, en ocasiones visceral. Nicole Kidman por el contrario, sin añadir nada nuevo ni destacar especialmente, pone su contrapunto, y el motor que mueve al corazón del protagonista. Y es que cuando uno tiene alguien a su lado, las cosas se ven de diferente manera.




Crítica y público dieron la espalda a esta interesante cinta, por su clasicismo formal y por un recuerdo demasiado presente de la historia de El puente sobre el río Kwai, pero pienso que The Railway Man, siguiendo un esquema de melodrama clásico, expone sus temas con elegancia y ahonda en los sentimientos sin buscar la lágrima fácil. El diseño de producción, siendo mucho más humilde que el de Unbroken funciona incluso en las partes que ocurren en el pasado, y hay una fotografía y uso de la luz muy interesante desde el punto de vista dramático. Y por supuesto, sus actores son extraordinarios.


Al hilo de la reciente y mucho más grande en dimensiones y ambiciones Unbroken, recuerdo esta película, The Railway Man (Un largo viaje en España), que serviría como complemento psicológico de aquella, al abarcar la traumática elipsis presente en la cinta de Angelina Jolie entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el emotivo epílogo con su protagonista ya anciano. En The Railway Man se nos cuenta una historia sencilla pero extraordinaria: la de un hombre herido de por vida debido a los traumas de la tortura y la guerra, y de su expiación posterior rindiendo cuentas con su pasado.
Es una película que nos habla del perdón y de cerrar viejas heridas, algo que no solo se debe aplicar a tiempos de guerra, sino también a tiempos de paz.



Y un canto de amor hacía el ferrocarril, el medio de transporte más querido por muchos viajeros.
En resumen, una gran moraleja, y una gran lección de cine a la antigua usanza.
Jaly

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