Il miracolo (Sky tv)




La modernidad de lo arcaico

El milagro no tarda en mostrar sus cartas aunque de una manera pausa y sin prisa. Se desvela la propia identidad de la ficción de forma paulatina, lo que favorece al factor sorpresa que permite enganchar al espectador como si se tratase de un perfume de alta gama. La trama principal plantea una serie de cuestiones ingeniosas, alejadas del drama al uso. La existencia de los milagros es un tema que parece lejos de poder modernizarse, pero trayéndolo a un contexto futurista muy cercano da esa credibilidad directa a la serie. Incluso, se mantiene al día poniendo en el disparadero a Italia con una especie de Breixit, una situación alejada de la realidad pero no tan descabellada dada la situación de Europa.



Crea un debate interesante sobre qué significaría algo tan inusual como una virgen llorando, en especial, en un ambiente político muy caldeado y en decadencia. Esa mezcla de discusión reflexiva hace que se sugieran distintos pensamientos que da fundamento al desarrollo narrativo del propio guion. No es una serie de adoctrinamiento y mucho menos religiosa, sino que se utiliza lo “milagroso” como vehículo para sentar los cimientos que están por ocurrir.



La Virgen da pie a dialogar sobre la propia naturaleza humana. No se crea un maniqueísmo de demonios y seres de luz, sino del infierno psicológico y la esperanza sobre él. La humanización de sus personajes es un factor a destacar. Todos se ven en algún momento marcados por lo que se conoce socialmente establecido el pecado. La carga emocional sale de las propias vísceras y se habla gradualmente sobre infidelidad, amor, traición, la presión, la desconfianza… agrieta a sus personajes para que se expulse su propia historia, su razón. Una complejidad que otorga categoría y permite demostrar el trabajo que hay detrás. Una telaraña argumental.


La verdadera cruzada

La estructura de El milagro hace una comparativa directa al dividir los episodios en los días. La temporada cuenta con 8 episodios. Los siete de la propia semana y la resolución al laberinto de situaciones que envuelve al público. Es un puzzle que presenta sus personajes como piezas dispares que parece que no tienen nada que ver. Desde el propio presidente de Italia hasta el padre Marcèllo. Cada uno de distintos ambientes sociales e influenciados de formas distintas el acontecimiento principal de la serie. Las taras que les acompañan, sus desperfectos e intenciones se entremezclan dando un baile de premisas que terminan siendo uno comprimido. Un esquema parecido al film ‘Amores perros’, juntando los fragmentos con coherencia, pero dando suspense para atraer al espectador.


La naturaleza de los protagonistas es totalmente diversa, consiguiendo entrar en un universo dinámico y enriquecido. Lo único es que se podría crear una distracción al aportar en los primeros episodios bastante información sobre los personajes principales, pero la atención y reiteración sobre ellos permite que se pueda encauzar esta posibilidad. Poco a poco, lo que parecía ser el motor principal de la serie pasa a un segundo plano, para mostrar las verdaderas intenciones de la ficción televisiva: ¿qué es el ser humano? Y sobre todo, cómo actúa ante situaciones de una vertiente límite e inexplicable. El perfecto embalaje de crear el escenario de forma realista, hace de lo increíble verosímil, transporta al público a este mundo sin esfuerzo.

El pecado interpretado


Uno de los grandes aliados de El milagro ha sido su plantel de actores. Cada uno de ellos ha sabido captar la personalidad de su personaje y añadirle detalles, dejes, matices. De esta forma, no se busca la empatía como arma de justicia o de justificación, sino como una explicación lógica de por qué actúa de dicha manera. Son odiados, comprendidos, amados, insultados… por lo cual, se han mimetizado con su personaje otorgándole identidad. Guido Caprino, como el presidente Pietromarchi, es carácter en sí mismo, tiene una fuerza escénica que hipnotiza con su actuación.



Tiene una compañera a la altura como es Elena Lietti. La actriz italiana interpreta a una Primera Dama imperfecta, llena de detalles, lo que enaltece su figura. Entre ambos hay una conexión que se salda con una mezcla pasional y lucha de fuerzas que es un espectáculo televisivo. Por último, Tommaso Ragno completa la triada con su interpretación como el Padre Marcèllo. Un enigma en sí mismo que le hace ser el antagonista perfecto. Tienen una presencia que deja clara su función en cada participación que tienen. Acompañados de un reparto secundario maravilloso, consiguen formar un equipo artístico destacable.


Aplaudir que a nivel técnico se haya utilizado un estilo más reservado. Los grises, los colores oscuros atrapan el significado del suspense. La lluvia, el simbolismo de la sangre, la virgen son algunos de los ejemplos de lo enriquecedor que ha sido la realización a la hora de crear la puesta en escena. Hay una fotografía muy cuidada que está acompañada por una utilización de la iluminación increíble. Han sabido colocar los instrumentos necesarios para acompañar de una forma brillante a la narración.

Conclusión


El milagro es una serie que va atrapando al espectador lentamente dentro de su laberinto de misterio. Unas interpretaciones en alza que culminan con la unión de los protagonistas en un ejercicio actoral excelente. La mezcla del suspense y milagros en una Italia distópica que toca muy de cerca la situación que vive Europa en la actualidad hace de ella una serie muy interesante. Una “divina concepción” que deslumbra y sorprende, desvelándose en sí misma como una revelación.

Diego Da Costa

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