El asesino de los caprichos




"El asesino de los caprichos" está hecha con oficio. Bien rodada, no abusa de su metraje y tiene un reparto escogido con mucha inteligencia. No obstante, lo curioso es que en esa frialdad termina siendo una cinta muy indolora en cuanto a estilo, sin ningún rasgo propio en su puesta en escena que pudiera deparar momentos memorables. Cuestión inquietante si se tiene en cuenta que la premisa es un asesino en serie que está recreando los Caprichos de Francisco de Goya con víctimas de la alta sociedad madrileña.



Tiene una trama interesante, que, aunque en su recta final flojea y desperdicia un poco bastante sus cartas en un desenlace algo apresurado para mi gusto (le habría dado 20 minutos más de metraje), sí está bien escrita y logra resultar intrigante para el público, simplemente su recta final desentona un poco con el entramado que veníamos construyendo no teniendo tanto impacto las cosas como deberían tener.



Y, además, contaba con los dos mejores ingredientes posibles. A Maribel Verdú y Aura Garrido cualquier audiencia se las cree siempre. Como de forma atinada ha dicho alguna crítica precedente, el personaje de Verdú parece hermanado con Germán Areta, aquel desengañado y sagaz detective que veíamos en "El crack". Una antiheroína desengañada que sabe lo corrupto que está el asunto, aunque ella también tiene sus propios cadáveres en el armario.


Peor es la papeleta que resuelve muy bien Garrido, pues la subinspectora está salpicada de tópicos que salva ella con su carisma y talento. No es solamente en su rol, varios de los diálogos suenan a manidos, en una investigación correcta, pero a la que le falta creérselo. Jugar a ser Agatha Christie con todas las consecuencias, buscando más giros, si bien hay alguna secuencia de mérito como la persecución en el Barrio de Salamanca.




Con todo, me gusta es noir español sin olor a garbanzo, pero con toques autóctonos. Ese descreimiento que trasmiten personajes como el de Roberto Álamo. Los años de crisis y tejemanejes políticos parece animar a la ficción a crear esas atmósferas.

Solamente hace falta creérselo. A soñar, incluso ideas negras y desastres.
Libanés
 
 


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