Maltese, Il Romanzo del Comissario (Sundance TV)



Cuesta ponerse de acuerdo en la fecha, más o menos aproximada, del nacimiento de la mafia. Los historiadores coinciden en el mal ojo de Garibaldi al escoger aliados autóctonos cuando, allá por 1860, desembarca en Sicilia en plena revolución para la posterior unificación italiana; después de derrotar a un ejército borbónico muy superior, y a la hora de repartirse el botín, Garibaldi y la burguesía agraria recién nacida entonaron un brindis que acabó con el nacimiento de una red clientelar y terrorífica, tejida en todos los estamentos, que cimentó el germen de la estructura organizada que hoy conocemos como Mafia, y que desde entonces hasta hoy ha fenecido y resurgido incontables veces.



Maltese, Il Romanzo del Comissario (Sundance TV), nos traslada a una de esas épocas, concretamente a mediados de los 70, cuando la Mafia comenzó a trocar el contrabando, más o menos inocente, de tabaco y aceite por otro que le acarrearía muchos más beneficios y muchos más problemas: la heroína. Maltese es una mezcla de varias series italianas sobre la Mafia (o la Camorra, o la ‘Ndrangheta o la Sacra Corona). Pero quizás es deudora de La Piovra (El Pulpo), no sólo porque el arranque es muy parecido, sino porque la pretensión de Maltese es, aunque sus duraciones no son ni comparables, abarcar gran parte de la temática que la célebre serie de 1984 albergó en sus temporadas.


Situémonos: Trapani, Sicilia, 1976. Darío Maltese (Kim Rossi Stuart) es un comisario de narcóticos, natural de Trapani, afincado en Roma. Su mejor amigo de la infancia, el comisario Peralta, le invita a su boda. Maltese acude a Trapani después de haber estado ausente de la isla casi toda su vida.
Después de una comida de reencuentro con su amigo, sus padres y la prometida, unos sicarios asesinan a la feliz pareja delante de Maltese. Nuestro protagonista se plantea pedir el traslado a Trapani para resolver dicho crimen; divorciado de una mujer norteamericana y con una hija en común residiendo en Estados Unidos, Maltese no tiene nada que lo ate en Roma y, a pesar de sus conflictos personales provenientes del pasado, decide mudarse a Trapani.



¿Cómo definir esta producción de la RAI? A priori, podemos intentar compararla con Montalbano; aunque difieren en la época, tienen en común la puesta en escena en Sicilia y sus modus operandi, ya que ambos buscan verdades ocultas con una mezcla de lógica y sentimiento y en ambos reside una gran soledad que enfatiza la simpatía hacia los dos comisarios. Es innegable que hay puntos en común con la brillante Gomorra, con la agreste Romanzo Criminale, la irregular Suburra (particularmente, me decepcionó mucho), e incluso con la desaparecida y casi ignota Zen. Pero Maltese tiene luz propia.


A través de ocho capítulos, la serie nos presenta una situación poco o nada usual en una serie sobre la Mafia. Omnipresente en las sombras, la Mafia como tal, a mediados de los 70, mantenía lo que hoy definiríamos como “perfil bajo”; dicho de otro modo, todo el mundo conocía su existencia, todo el mundo conocía sus tejemanejes, sus contactos con la Iglesia, con la política, sus operaciones encubiertas, enriquecimiento… Pero nadie era capaz, fuera por temor, fuera por interés, de señalar, acusar o combatirla. Era el gran secreto a voces siciliano.


Darío Maltese, movido por el honor de encontrar y juzgar al asesino de su amigo y por desenterrar y sacar a la luz un mundo criminal que actuaba a sus anchas, se embarca en una cruzada. Con el apoyo de sus subalternos Saverio Mandana (Antonio Milo), Chiouvo (Alessandro Schiavo) y la fotógrafa Elisa Ripstein (Rike Schimd), el comisario navega por el filo de la navaja cuando comprueba que ambas tramas convergen.



Un mundo opaco formado por jueces, senadores, hombres adinerados, políticos y policías, auspiciados por la Mafia, se presenta ante él como una empresa imposible. A su vez, Maltese ha de enfrentarse a un pasado que intentó, pero no pudo, desterrar: averiguar por qué su padre, también comisario en Trapani treinta años atrás, se suicidó, siendo el motivo de su salida de la isla.



Maltese, a pesar de ubicarse en la Sicilia de los 70, es una serie cercana. De ésas que te crees, y ya no sólo por las similitudes con nuestra costa mediterránea, con los Alfa Romeo en modo Seat 124 Supermirafiori, con el parecido entre el italiano y el castellano, sino porque está construida desde la realidad.
Quizás los guionistas Leonardo Fasoli y Maddalena Ravagli (ambos creadores de Gomorra) y Gianluca Maria Tavarelli (uno de los creadores de Montalbano) no hayan partido de ninguna ficción literaria para inspirarse aquí, pero es indudable que el enfoque narrativo de la historia funciona sin fisuras. Es una historia que bien podría haber estado “basada en hechos reales”. Aunque en el soterrado mundo de la Mafia, ¿quién lo negaría?


¿Por qué hay que verla? Enfoque novedoso de una historia sobre la Mafia.

Puntos fuertes: Kim Rossi Stuart es magnético. La historia, la narración, Trapani, el elenco (escaso, pero formidable).
Claves de su éxito: Todo lo relatado. Además, en su estreno, obtuvo casi seis millones de espectadores.


Como curiosidad, o casualidad, como prefieran, en el último capítulo, cuando la trama comienza a desentrañarse por fin, la escena se sitúa en un pequeño bar al borde del mar. Se llama Coppola.
Juan Galonce

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