Red Sparrow (Gorrión Rojo)


Tal vez el mayor pecado de esta cinta de espías (que no de acción) es haber sido vendida como una 'Atómica (Atomic Blonde)' o una 'Black Widow' llena de tiros. Y es que haciéndome eco de lo que una espectadora dijo sentada a mi lado: "está bien, pero esperaba más acción". Claro está que desde el punto de vista de negocio por parte de la Fox (claramente antes de la compra con Disney), han conseguido vender una moto de las complicadas: convertir una película de espías ruda, larga y difícil en un producto multisalas sin alterar el contenido. Igual con otra distribuidora tendríamos que esperar a un montaje del director y me alegro que hayan sido tan valientes como la propia película de no censurarse ellos mismos en virtud de la pela.



Artimaña, argucia, artificio, amaño o ardid… cualquiera que sea la palabra elegida, todas ellas apuntan en la misma dirección: al embuste afanoso y la laboriosa trama urdida con más tenacidad que mérito, con más atrevimiento que acierto, tratando de entretener – a lo largo de dos horas y media eternas – al sufrido espectador que acaba más extenuado que un corredor de la maratón al que han privado de su avituallamiento hídrico. En principio no es un problema de los muchos y arbitrarios quiebros del guion – al fin y a la postre estamos ante un tenaz despliegue de mentiras y trampas donde el engaño y la falsedad es la única razón de ser del relato – sino a lo previsible y cansino que resulta tanto enredo hiperbólico. Amontonar sorpresas y complicaciones como si se tuviera el síndrome de Diógenes no es un acierto si no se consigue mantener nuestra curiosidad e interesarnos en el destino de sus protagonistas.


Es decir, la dirección y el montaje son briosos, los actores están convincentes, la acción no decae casi en ningún momento, se agradece tanto su agilidad narrativa como su perspicacia en utilizar unos decorados suntuosos, las torturas y el sexo se alternan con lujurioso y sádico flirteo, la ardorosa obsesión por encontrar al sigiloso topo de una red de espías remite tanto a John Le Carré como a Alfred Hitchcock – lo cual es muy de agradecer – pero todo ello acaba por abrumar y sofocar porque en el fondo no nos atañe demasiado el destino último de cada una de las piezas del tablero, ya que intuimos que el desenlace será tan injustificado como inaudito, tan rocambolesco como imprevisible… salvo que uno sea perro viejo e intuya que la presencia de ciertos actores de renombre se debe a una causa que sólo se explica si se rentabiliza el oneroso dispendio de su contratación.




Dicho esto, es una película entretenida, por momentos brillante, cuya duración peligrosamente larga puede empañar o desequilibrar un poco el conjunto. Pero consigue algo que no me había pasado en varias ocasiones: que conecte con sus personajes. Aún pasando a través del campo de minas que es su argumento, estoy expectante por ver el siguiente juego de manos. Cuenta la historia muy bien centrada en la protagonista desde sus orígenes sin perder detalle -frágil-, pasando por su adiestramiento -luchando para tener el poder- y culminando con su movimiento final -poderoso al fin-. Casi se siente como tres películas en una. En no muchas películas de espías podemos ver una evolución tan marcada y bien presentada en un personaje.





Y Jennifer Lawrence y un guión incómodo lo consiguen (la destaco a ella pues, aun contando con un reparto con estrellas de calidad de la talla de un buen Joel Edgerton, una áspera Charlotte Rampling, una frágil Joely Richardson o un contenido Jeremy Irons, ella es la única que perdura en mi cabeza tras finalizar la película). Supone toda una deconstrucción del mito del espía que se lo pasa pipa en su trabajo y además moja con gracia y gusto a lo James Bond. Aquí el sexo es sinónimo de dolor y sacrificio, no de morbo ni de excitación.




Todo esto dicho, pasen y vean. No será para todos los públicos y habrá quien la odie. Pero también quien sepa apreciar su valentía, su historia llena de enredos, pero siempre absorbente que desemboca en una satisfactoria sorpresa final y el reconocerle a Jennifer Lawrence el saber comprometerse de forma madura con personajes complejos que requieren una implicación a tope para salir de la sombra de productos que acaban degenerando como la saga de 'Los juegos del hambre', por ejemplo (aquí Francis Lawrence se redime en buena parte de lo que hizo con ese olvidable Sinsajo). Por muy buena actriz que sea, intuyo que no debió serle demasiado fácil el rodar mucho de lo que aquí se ve, Una buena película, y una muy dura también.


Aún sin revelar nada, porque merece ser disfrutado tras comprobar por todo lo que pasa nuestra Gorrión Rojo, el intercambio del final es sencillamente una culminación perfecta para su historia. No podían haber dado con un final mejor.
TeAmargo

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