Pastoral americana by Philip Roth


En la historia de la literatura siempre es posible encontrar algunas obras que al margen de su calidad artística logran impactarnos de forma singular. Yo recuerdo especialmente El pájaro pintado de Jerzy Kosinsky (se acaba de publicar en español Pinball de la que daremos cuenta en breve) y, cómo no, El lamento de Portnoy de Philip Roth. Alexander Portnoy es sin duda uno de los personajes más carismáticos de la literatura norteamericana. En realidad, entre los méritos de Roth debiera citarse el haber podido superar a su personaje, pues cuando alguien crea un protagonista tan impactante como Portnoy corre el peligro de arrastrarlo durante el resto de su carrera literaria como una argolla sujeta al tobillo. Ello es debido en buena parte a la calidad de las novelas posteriores. My Life as a Man; The Professor of Desire; Zuckerman Unbound; o The Anatomy Lesson por citar las más representativas de las diecinueve escritas hasta la reciente publicación de Pastoral Americana, por la que obtuvo el Premio Pulitzer de 1998, bien merecen la pena ser tenidas en consideración por ellas mismas.

Desde luego, y vaya esto por delante, considero que nos encontramos ante la mejor novela en toda la trayectoria de Philip Roth. El autor parece haber encontrado durante la década los noventa el pulso narrativo óptimo y no se debe ni a la casualidad ni al marketing que durante estos años todas sus obras, con la excepción de Me casé con un comunista, hayan obtenido los premios literarios más prestigiosos concedidos en norteamerica: Patrimony obtuvo el National Book Critics Circle; Operation Shylock: A Confession el Pen/Faulkner y Sabbath's Theater se llevó el National Book.... ¿alguien da más?
Pastoral Americana es una obra genuina y eminentemente rothiana, y sin embargo durante y al terminar la lectura tenemos la sensación de que estamos descubriendo a un nuevo Roth. Tal vez la novedad puede en buena medida motivar, en los lectores de Roth, un especial interés. Como en Operación Shylock la frontera entre realidad y ficción resulta sumamente endeble y el trasfondo histórico adquiere unas connotaciones cuyas implicaciones van mucho más allá del simple posicionamiento espacial-temporal. Roth es la figura que faltaba para completar el triunvirato junto a Wolfe y Mailer, pero sin duda es mucho más consistente que ellos. Pero lo que más sorprende es ver cómo renuncia explícitamente al uso de la sátira, y nos encontramos ante el gran maestro, para mostrarnos a los personajes con toda la crudeza de sus virtudes y miserias.

El protagonista de la novela es Seymour Levov, el Sueco. El Sueco es el prototipo del triunfador, la encarnación del sueño americano. Ya en la escuela destacaba como un excelente atleta, siempre alegre y físicamente atractivo; se enroló en los marines y más tarde se casó con toda una belleza, Dawn [Alba, Amanecer], Miss New Jersey 1949, con quien tuvo una hija, Merry. Se hizo cargo del negocio de su padre, el primer Levov en los Estados Unidos, y ganó lo suficiente como para comprar una gran mansión. Todo discurría plácidamente hasta que su hija Marry se unió en 1968 a un grupo político opuesto a la intervención norteamericana en Vietnam. Durante una de las escaramuzas políticas una persona muere al estallar una bomba y Merry tiene que huir. A partir de ese incidente la vida del Sueco se desmorona.

Poster de la película

¿Qué ha ocurrido -parece ser el interrogante de la novela- para que la hija de una buena, patriota y tradicional familia norteamericana se convierta en una prófuga de la justicia? No piense el lector que nos encontramos ante otra novela centrada en los problemas generacionales del tipo When She Was Good. Las implicaciones del argumento son mucho más jugosas que aquélla. Como Fitzgerald en El gran Gatsby parece que la intención de Roth fuera la de desenmascarar la falacia del sueño norteamericano. Las teorías de Emerson y Howes han fracasado y ya no podemos continuar por más tiempo considerando al hombre moderno como el eterno inocente. Todo ello resulta amplificado al ser precisamente Nathan Zuckerman -sí, sí, el Zuckerman de obras anteriores- quien nos narra la historia. El bueno de Nathan, enfermo de cancer, fue compañero de juventud del Sueco, a quien no podía por menos que envidiar. Pero indistintamente de cuál fuera el inicio, el destino parece haberles conducido a ambos al mismo final.
La saga de la familia Levov bien puede ser entendida como metáfora sangrante de la sociedad norteamericana en su conjunto. No en vano la novela finaliza con dos interrogaciones: “¿Y qué tiene de malo la vida de los Levov? ¿Qué hay en este mundo menos reprensible que la vida de los Levov?”
JOSÉ ANTONIO GURPEGUI 

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