GIRAFFE, de Anna Sofie Hartmann




No hay dato objetivo fiable para establecer el valor de una propiedad. El valor catastral pasa por encima del valor emocional que las viviendas tienen para sus propietarios. Esta comparativa de precios (económicos y afectivos) es la excusa para establecer un diálogo entre los vínculos que se crean con los lugares habitados, con sus recuerdos y su utilidad como pilares de uno mismo. 


El segundo largometraje de Anna Sofie Hartmann es tanto un catálogo de recuerdos como una apasionante reflexión sobre la influencia del espacio en la construcción de recuerdos. Hay algo en su manera de filmar que recuerda al Tren de sombras de Jose Luis Guerin, cinta con la que comparte algunos aspectos narrativos y visuales: un manuscrito encontrado (aquí un diario) y una luz que va recorriendo las fotografías que pueblan las paredes (un esbozo de aquellos faros de coches que, al pasar, iluminaban el interior de la casa). 



Cada marca es una huella del pasado, la manera de traducir en imágenes una interacción con el entorno y que, como ya hiceran María Elorza y Maider Fernández Iriarte en su cortometraje Gure Hormek, testimonia relatos muy íntimos, no accesibles a simple vista. Puertas y ventanas tienen un lugar privilegiado en pantalla, planos fijos que invitan a la contemplación a la vez que se completan con las vivencias allí contenidas (y recogidas en el diario) que narra (en off) el personaje protagonista que transita esos espacios. Para cuando la película llega a su fin, toda la poesía que ha ido sucediendo ante la cámara, de recuerdos, de experiencias, de todo aquello que ya es pretérito, se encierra un espacio en tinieblas que contiene solo parte de la memoria pues hay otra parte imposible de esconder: la que brilla en cada rostro.  
Cristina Aparicio



¿Es posible hacer una película profundamente sentimental desde la mayor distancia posible? Sofie Hartmann ha concebido una historia de amor contagiada por la frialdad del trabajo de su protagonista, que investiga las posibilidades de demolición de varios edificios mientras el país avanza hacia un progreso inexorable. El resultado es una película con una puesta en escena precisa, medida hasta el extremo, preocupada por qué elementos muestra y cuáles esconde, desarrollando un ejercicio lleno de intimidad sin perder de vista el distanciamiento de un progreso que dejó de pensar en las personas tiempo atrás. La cuidada manera de tratar a los personajes en el espacio convierte a la cinta en un auténtico tratado de puesta en escena, pero este poderoso planteamiento formal no descuida nunca las capas de su relato, tratando el lado más íntimo de sus personajes con una sensibilidad que se despliega en lo pequeño, en los gestos más cotidianos. 




Ese equilibrio genera una obra que, si bien asume siempre sus diminutas dimensiones, se encuentra en los terrenos de las grandes películas. Habría que volver a pensar en su soberbio cierre, desde que el amante se despide hasta que ella finaliza sus tareas y debe abandonar el lugar, para encontrar en el film de Hartmann uno de los mejores exponentes recientes en torno a la defensa de que lo sentimental no tiene por qué estar reñido con la sobriedad de las formas.  
Jonay Armas

Comentarios

Entradas populares de este blog

Haikus de Muerte

Pakt (El pacto)

Detachment >>> Indiferencia >>> El Profesor