Doctor Foster


Cuántas historias conocemos de personas que han sido capaces de aguantar años con una amante en paralelo mientras coordinaban viajes con la familia y escapadas con la amante. Cuántas de estas historias corren por los barrios, pueblos y ciudades, con todo el mundo fingiendo una monogamia ficticia. Cuántas personas no se dan cuenta que su pareja recibe sospechosos mensajes a todas horas, que responden de forma enigmática. Pues la serie Doctor Foster no deja que sigan siendo “historias de otros” sino que mete al espectador en esa misma situación. Sólo hace falta encontrar un cabello que no es tuyo en la bufanda del marido para que salten todas las alarmas.



Podría pensarse que Doctor Foster, que la BBC ha estrenado este pasado otoño, nació como consecuencia de The affair . El prestigioso canal estadounidense Showtime anunció un drama sobre el adulterio (¡hasta estaba en el título!) y ellos querían apuntarse a la moda. Podría ser. Pero es difícil condenar la serie británica por pertenecer al mismo subgénero. Para empezar, ha sido todo un fenómeno en el Reino Unido con diez millones de espectadores, que justifica el acierto de la cadena. Pero lo destacable es que supone una experiencia más inmersiva: no busca excusas para exaltar la importancia del adulterio y enmarca el espectador en el estado psicológico de la protagonista.


Al fin y al cabo, no deja de ser irritante que The affair necesite una excusa para hablar de crisis matrimoniales, el duelo y dinámicas nocivas con la familia política. Sí, la relación entre Noah (Dominic West) y Alison (Ruth Wilson) está bien construida con unos puntos de vista complementarios, y también son plausibles sus matrimonios. Pero uno nunca se quita de la cabeza que Sarah Treem y Hagai Levi, los responsables, sienten que se trata de una temática menor. Se centran en una infidelidad pero meten un asesinato en el argumento que no resulta orgánico, por si acaso hay un perfil de espectador que opina que una serie sobre el adulterio fuera un culebrón de tres al cuarto.


Al final de su primera temporada, de hecho, se echó en falta que dieran más profundidad al matrimonio de Noah. La serie ganaba enteros cada vez que intentaba retratar mejor su dinámica de pareja, qué habían sido en un principio y en qué se habían convertido. Sólo así se podía entender la magnitud de la traición, las motivaciones y hasta qué punto tenía razones (que no digo justificaciones) para hacerlo. Pero Doctor Foster, en cambio, entiende el adulterio como el centro absoluto y no hace ningún amago. He aquí su secreto. Cuando Gemma Foster (Suranne Jones) encuentra el cabello de otra, no hay marcha atrás. Como si fuera una enfermedad, la sospecha se apodera de ella y del espectador.


En este sentido, el escritor Mike Bartlett fascina. No necesita una coartada para explorar ese drama. No hay una amante psicópata, no hay un trastorno mental, no hay una investigación de fondo. Él entiende que, al igual que ocurre en algunas series adolescentes, la calidad está en saber transmitir las inquietudes de los personajes. Hay quienes defienden que The affair resulta muy estimulante pero que quizá no la entienden aquellos que no llevan veinte años casados. Pero esto no impide que un servidor entienda la traición de Alicia Florrick en The good wife, que entienda el instinto de supervivencia de The walking dead sin sufrir por la vida, o que entienda la pasión por el fútbol en Friday night lights sin ser fan de ese deporte.


El arte tiene el deber de sacar de dentro del espectador aquello que ni tan siquiera él mismo sabe que posee e ideas como la estabilidad emocional, el deseo, el aburrimiento y la tentación las tenemos suficientemente interiorizadas como para que jueguen con ellas desde una serie de televisión. Doctor Foster lo entiende. Primero siembra la duda y luego quema todos los cartuchos habidos y por haber. Está la desconfianza, la inseguridad, la desesperación. Obliga a plantearse qué haríamos nosotros mismos si nos encontráramos en la historia propia del vecino. ¿Tiraríamos nuestro matrimonio por la borda? ¿Seríamos capaces de perdonar? ¿Aguantaríamos por el bien de nuestros hijos? ¿O protagonizaríamos una trágica noticia en el apartado de sucesos de un periódico local?


Doctor Foster, en el fondo, tiene la misión de explicar que no existe una respuesta fácil. Es algo tan complejo como vivir en un hogar donde de repente te acuestas con alguien que creías conocer y que podría tener una vida paralela. Y no necesita más tramas porque, si nos encontráramos en esa situación, sería nuestra versión del fin del mundo. Es por esto que gana su particular duelo sobre el adulterio. Mientras The affair nos habla de un adulterio, Doctor Foster nos pone los cuernos.

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