Cuatro estaciones en La Habana


El detective Mario Conde se define a sí mismo como un "nostálgico de mierda". "Un perdedor con una vida caótica", describe el actor Jorge Perugorría a este icono de la literatura cubana creado por el escritor Leonardo Padura. El intérprete cubano cuenta que llevaban 15 años tratando de llevar al cine a Mario Conde. Al final, lo han logrado con un proyecto que aúna cine y televisión, Cuatro estaciones en La Habana, que en estos días estrena Movistar Series Xtra. En forma de miniserie de ocho capítulos, todos disponibles, traslada a la pantalla las cuatro primeras novelas protagonizadas por Conde, Vientos de Cuaresma, Pasado perfecto, Máscaras y Paisaje de otoño, a razón de dos capítulos por libro. Aunque las tres últimas se grabaron pensando en el formato seriado, la primera se estrenó en cines con el título de Vientos de La Habana, con puesta de largo en el pasado Festival de San Sebastián.



El reto motivó al director Félix Viscarret. "Era un proyecto muy marciano, y como tal, se me antojaba irresistible. Hacer en La Habana una historia de investigaciones policiales pero con todo ese humor, la decadencia de la ciudad... Es un material muy rico y una ciudad con mucho potencial", cuenta el realizador, que en 2008 ganó el Goya por el guion adaptado de Bajo las estrellas, por la que también optó al premio como director novel. De esta forma, Viscarret dio con lo que califica como un género nuevo, el "noir caribeño". "Igual que se ha hecho exótico y atractivo sumergirnos en la atmósfera nórdica y en las peculiaridades de su vida, aquí damos un giro para ofrecer un clima y un tipo de personaje radicalmente opuesto.


Hay unas investigaciones policiales pero, muy de acuerdo con las novelas de Padura, hay mucho de retrato generacional, de descripción de la vida en una ciudad tan peculiar, que tiene un día a día tan diferente al resto del mundo", explica Viscarret, quien también trabajó en los guiones de la serie junto al propìo Leonardo Padura y su mujer, la guionista Lucía López Coll. "Se estableció un triunvirato muy divertido. Los diálogos entre el autor de la novela original y el director casi pueden dar para otra serie.

El proceso de guion fue un enfrentamiento de grandes cabezotas", rememora el realizador. Precisamente ese retrato generacional es el que conecta con el actor cubano Jorge Perugorría, para el que también fue un gran reto (y un sueño cumplido) dar vida a Conde. "Todos los lectores de Padura tienen su Mario Conde en la cabeza", explica en conversación telefónica desde La Habana.


Perugorría define al escritor Leonardo Padura como un "cronista de la realidad cubana de los últimos treinta años", y en Conde encuentra muchas cosas de sí mismo. "Sobre todo, vivencias y experiencias. Mario Conde y su círculo de amigos representan una generación de cubanos a la que pertenezco, compartimos un pasado común", cuenta el actor, que en febrero estrenará en Madrid la película Fátima o el Parque de la Fraternidad, de la que es director, y que se encuentra trabajando en la organización del Festival de Cine Pobre de Gibara que se celebra en abril

  

 Perugorría ve en la condición de "perdedor" de Conde su lado más humano, con esa constante lucha contra sus propios fantasmas. "No es un superhéroe, al contrario, es un hombre con muchos problemas, pero también con unos valores éticos muy fuertes, la amistad, la pasión por la literatura, es un enamorado... Y mantiene una batalla ética contra la corrupción, la doble moral y el oportunismo. Es la lucha del bien contra el mal desde un punto de vista humano", le describe
Perugorría.


Si bien el personaje del teniente Conde está profundamente trabajado, parece que ha sido en detrimento de la trama principal. Aunque la cinta empieza sólida y capta nuestra atención, pronto se va deshilachando en diferentes subtramas paralelas, pero el momento en el que vuelve a confluir, como sería de esperar, no llega nunca y Viscarret no sabe rematar quedando un final que soso, anticlimático.



 El caso de asesinato no es más complejo o atractivo que cualquier episodio olvidable de “CSI:Las Vegas” (Jerry Bruckheimer, 2000-15) y el ritmo de la investigación es muy irregular. Durante la primera mitad del metraje el tono de suspense se mantiene correctamente, pero desaparece durante suficiente tiempo como para minar todo interés generado para retomarse al final de manera precipitada donde el efecto sorpresa brilla por su ausencia.


A parte de su mala gestión, el caso deja un amargo sabor al ver que el profundo trabajo del personaje de Lissette y la genial interpretación de Mariam Hernández son desaprovechados. 


La misma sensación que deja el personaje de Juana Acosta, cuya belleza es retratada con mucha sensualidad pero, sabiendo que es una actriz con mucho carácter y fuerza, queda como un talento desperdiciado.


El otro gran protagonista de la película es La Habana. El director de fotografía Pedro J. Márquez que ya nos deslumbró con su pericia en los interminables planos secuencia perfectamente coreografiados e iluminados en “Secuestrados” (Miguel Ángel Vivas, 2010), saca lo mejor de la capital cubana y nos deja imágenes de una belleza visual increíble. En pocas ocasiones un director es capaz de plasmar un país ajeno como Viscarret lo hace en “Vientos de La Habana”, no solo gracias a la fotografía de Márquez, sino también plasmando las costumbres y la vida cotidiana cubana sin caer en los tópicos o exageraciones, demostrando respeto y amor por el país caribeño.




NATALIA MARCOS

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