Tarde para la ira





En la sala de cine ya sentí, como todo un mérito mayúsculo, que Tarde para la ira me estuviera emocionado antes de que ocurriera algo especialmente conmovedor, que lo estuviera consiguiendo por la simple belleza de su autenticidad. Una felicidad epidérmica que me llegó desde el principio con una pasmosa naturalidad.

No pretendo que los demás compartan mis gustos (“el gusto es mío”), pero sentí sin proponérmelo que, al igual que esas canciones que a la primera empapan de placer nuestro cerebro, conectaba al instante con mis sensores del equilibrio estético: estuve a punto de la lagrimilla sin que aún hubiera sucedido nada dramático y fui consciente de que me emocionaba por la belleza de su factura descuidada, por el temple enérgico de su sencillez, por el pulso intenso de su ritmo, de sus diálogos, de sus silencios, de su verdad.


Considero todo un meritazo que una película de atmósfera sórdida, sucia, violenta… una película que se desenvuelve en los ambientes cutres de nuestras barriadas, en los ambientes de nuestros rancios usos y costumbres de clase media baja, de la ordinariez de nuestros bares, de nuestras charlas vulgares, nuestras pintas chabacanas, nuestras rumbitas castizas… sí, considero todo un meritazo que una película así no caiga ni en la horterada, ni en el costumbrismo cañí, ni que tampoco caiga en el simple entretenimiento de acción violenta ni en las poses del realismo social comprometido.


Sin moralinas, sin exhibicionismos, sin sermones, sin bonitos encuadres, sin cuidadas simetrías, sin estudiados claroscuros, sin oxigenantes perspectivas, sin acción trepidante, sin alardes de ningún tipo… la película me estaba llegando por la simple maestría de su punto de vista y el equilibrio contundente de su autenticidad sin imposturas.
Seguramente también me emocionó porque en la oscuridad de la sala fui consciente (intuitiva e inconscientemente aunque suene contradictorio) de que estaba disfrutando de un “clásico” instantáneo del cine español -por adelantado, sobre la marcha, en un jodido vis a vis- sin tener que esperar para desencadenar esa certeza a la libertad provisional de futuras valoraciones.


"Tarde para la ira" dignifica el cine español reciente en todos los sentidos. Es una película que por desgracia no atraerá a muchos espectadores a la sala de cine, pero que a los que atraiga tendrán el privilegio de vislumbrar hora y media de gran cine condensado y sorprendente. Su campaña de publicidad nos dejaba un anuncio que no presentaba con claridad lo que de verdad abordaba la cinta, pero ese ha sido otro de sus grandes aciertos.


El guión construye unos personajes complejos, oscuros, silenciosos y volátiles. Esos personajes y lo que esconden son los conductores de la historia. Una historia de venganza que toma cortes de Saura y Peckinpah con acierto, mejorando conforme avanza, entregando un golpe inesperado en su ecuador y manteniendo al espectador al borde de su asiento hasta su final. Su ritmo narrativo acompaña el suspense de forma genial, sosteniendo tu atención y no dejándote ir hasta su último plano.


La factura técnica nos devuelve a la estética de películas de corte clásico, lejos de la alta definición actual, ayudando a introducir aún más al espectador en el ambiente sórdido que se respira de la cinta. Raúl Arévalo dirige de forma experta para ser su debut, demostrando ser una carta de presentación casi inmejorable. La banda sonora impone de verdad en los momentos de vorágine y tensión.


Las interpretaciones cortan la respiración: Antonio de la Torre está inmenso de principio a fin. Los momentos en los que consigue dejar al personaje de Luis Callejo (desatado y contenido de forma genial) quieto y boquiabierto hace lo propio también con el espectador. Ruth Díaz termina de cerrar un tridente protagonista perfecto. El resto de secundarios cumplen con solvencia.


Un violento thriller de venganza, notable, lleno de suspense de principio a fin, con geniales interpretaciones y una dirección fantástica: "Tarde para la ira" es un auténtico torrente hasta en sus momentos "tranquilos", divido en cuatro partes (tres pequeñas iniciales y una cuarta y última que ya desvela las verdaderas cartas de la cinta), que atrapa y no deja ir. Incluso ese plano final deja tu cabeza preguntándose qué pasará después, una vez que los créditos finales anudan la conclusión.


Yanpol64 y Jesus Reviewer

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