Les Témoins



La pequeña localidad de Le Tréport, en la costa de Normandía, está conmocionada por el descubrimiento de la profanación de tumbas en distintos cementerios. Los cadáveres aparecen cuidadosamente colocados en grupos de tres en pisos pilotos de nuevas promociones inmobiliarias. ¿Por qué? ¿Para qué? Y lo que es más importante, ¿quién? La investigación de este truculento caso centra los seis capítulos de la primera temporada de la serie Los desenterrados de Le Tréport, que Cuatro estrenó en España.


Se trata de uno de los últimos grandes éxitos de la ficción televisiva del país vecino, exportado ya a más de 25 países. La actriz Marie Dompnier es la detective Sara Winckler en la ficción, encargada de la investigación del caso, en el que tendrá que trabajar junto a Paul Maisonneuve, reputado comisario retirado que se reincorpora para tratar de esclarecer el misterio. De darle vida se encarga el actor francés Thierry Lhermitte (Boulogne-Billancourt, 1952), que en conversación telefónica con EL PAÍS describe la serie como "un thriller que se suele comparar con los de los países nórdicos". En realidad, confiesa que solo habla de oídas porque no está familiarizado con esas series —de hecho, asegura que no ve apenas la televisión—. "Pero es una buena historia, me gustó mucho cuando la leí, no pude parar hasta que terminé, quería saber cómo acababa. Creo que esa es una gran cualidad para un thriller", añade.


Además de la historia, para Lhermitte, uno de los actores franceses más populares y con una extensísima carrera a sus espaldas (la base de datos IMDb le sitúa en 139 títulos), hubo otro factor decisivo a la hora de aceptar unirse a Los desenterrados de Le Tréport. "Por una vez, no tenía mucho diálogo", confiesa con cierta socarronería al otro lado del teléfono. "Normalmente me dan personajes con mucho diálogo, lo que supone mucho trabajo. Este hombre es muy silencioso y fue genial que, por una vez, no tuviera mucho que decir", continúa el intérprete, popular sobre todo gracias a comedias como La cena de los idiotas o Un indio en París.
Junto a él en la ficción está Marie Dompnier, con una experiencia delante de las cámaras más limitada. "No había hecho casi nada de cine o televisión, es actriz de teatro, lo que es genial porque el que la gente no la conozca añade algo extra que no existe cuando el actor es conocido", comenta Lhermitte.

En Los desenterrados de Le Tréport, además de Lhermitte y Dompnier otro protagonista más es la misma Le Tréport, en la Alta Normandía, un lugar que, según el actor, gana en la ficción. "Todo se debe al talento del director y del director de fotografía, porque excepto Lille, que es una ciudad muy bonita en el norte de Francia, todo lo que sale en la serie parece mucho más interesante de lo que es en la vida real. En realidad, es todo muy triste, muy húmedo. Grabamos en invierno y hacía mucho frío, estaba gris... No era demasiado agradable", recuerda el intérprete, rompiendo el encanto de la ficción.

Mal tiempo, acantilados, sociedades pequeñas, vidas cotidianas con segundas lecturas y unos cuantos majaras sueltos. Súmenle unos polis en crisis, volcados en sus trabajos para huir de sus propios problemas. Detectives que cuanto más investigan, más crímenes se cometen, hasta que ponen del revés a la localidad entera. Casi merece más la pena que estos agentes del orden no salgan de sus casas porque cuando se ponen a trabajar, la lían todavía más, oigan.


Si les atrajo la serie sueca Bron/Broen, si se entretuvieron con la británica Broadchurch y aquellos vertiginosos acantilados, si conectan con las series oscuras en lugares desapacibles sobre la investigación de algún crimen truculento, aterriza un nuevo título a las pantallas catódicas mainstream que no deben perderse.



En la ciudad costera de Le Tréport, situada en Normandía, aparecen seis cuerpos desenterrados de sus tumbas, colocados meticulosamente en dos viviendas piloto. La joven policía Sandra Winckler (Marie Dompnier) se pone al mando de la investigación, con la incómoda ayuda del ex policía Paul Maisonneuve (Thierry Lhermitte). Maisonneuve es incluido en el caso, pese a no estar en activo, por su incomprensible relación con el escenario, al haber aparecido su foto enmarcada en una de las viviendas.

Exportada a veinticinco países, en Francia alcanzó audiencias de hasta seis millones de espectadores. Estados Unidos pudo verla a través de Netflix, y llegó a Gran Bretaña a través de Channel 4 con el título de Witnesses. Con su estreno en lugares tan competitivos como los países anglosajones se demuestra la enorme aceptación de la serie y, sobre todo, del género noir en los mercados occidentales. Para que entiendan el hito que ha supuesto además para los franceses, es la primera vez en veinte años que una serie de su televisión pública se emite en Gran Bretaña. Fíjense si llevaban tiempo dándoles la espalda. España: apunten.



Sus creadores, Hervé Hadmar y Marc Herpoux, admiten que de arranque se plantearon hacer el The Killing francés. Obviamente no es más que una forma de resumir de forma simple que querían plantearse un noir con protagonista femenina, y que a partir de ahí, fundiéndolo con su idiosincrasia propia, han creado una historia y un universo totalmente nuevo.


La actriz Marie Dompnier, protagonista femenina, realiza un excelente trabajo en su papel de una mujer policía perfeccionista y competitiva. Como muchas mujeres de su profesión, está harta de que sus allegados no entiendan que su trabajo le apasiona, y que esto no es incompatible con ser mujer ni madre. Una comprensión que busca en su pareja, con la que comparte el cuidado de su hija en común. Pese a ser una familia moderna, los conflictos personales se van complicando a medida que avanza la serie.

Su colaborador en la investigación está interpretado por el popular actor de comedia Thierry Lhermitte, que seguramente recordarán por la película La cena de los idiotas. Un actor con tablas que aquí cambia radicalmente de registro y cumple correctamente, en una interpretación basada en la sobriedad y el exceso de laca Nelly. Seguramente debido a que es considerado un titán de la interpretación, en algunos gestos exhala cierto aura a autocontemplación.


Sin apenas moverse en las escenas por la cojera de su personaje y con un peinado cardado que no se mueve ni un milímetro, ya llueva, truene o venga un vendaval, chirría en algunas secuencias con su colega femenina, que se pasa media serie con el pelo delante de la cara debido al viento habitual de una ciudad costera del norte. Parece ser que el mal tiempo a él no le afecta, como si fuera un caminante blanco de Juego de Tronos y estuviera congelado. O como si estuviera por encima del bien y del mal, cuando a lo largo de la serie veremos que su personaje también se trae lo suyo.


En el caso de ella, luce un despeinado casual, eso sí, sin perder los labios pintados de rojo y los tacones de aguja aunque sea policía y a veces deba salir a la carrera. Estas cuestiones parecen nimias, sin embargo son detalles que como espectadores pueden hacerles saltar del asiento si están acostumbrados a series de este género con personajes desaliñados como las protagonistas femeninas de Forbrydelsen, The Killing o Bron, o, en el caso masculino, como Wallander. Kenneth Brannagh jamás se habría peinado tanto. Al revés, estaría hecho un Cristo. Stanislavski no lo habría permitido, ni ningún actor de método. Y cuando se pierde “el método”, el personaje pierde fuerza.


Se preguntarán por qué el departamento de peluquería le ha marcado ese cardado tan Lola Herrera a él. O cómo puede ser que el área de vestuario le haya calzado un tacón de aguja a ella, cuando se tira media serie persiguiendo asesinos y probablemente el reglamento policial ni siquiera lo permita. Estamos en Francia, mon amour. Hay que transmitir glamour por algún sitio. Solo los franceses consiguen que estas cosas cuelen.
Merece ser destacada su inquietante cabecera y música incidental. Pese a su simpleza, cumple los cánones de género y nos muestra el inquietante escenario donde se desarrolla la serie: cielos encapotados, mal tiempo, nadie alrededor, una mujer fuerte, y la amenaza de un lobo. El animal al que hay que perder el miedo para cruzar el umbral y que nuestra heroína femenina resuelva el caso. El de fuera de casa y el de dentro.


Aunque no vea mucha televisión, en los últimos años Thierry Lhermitte ha frecuentado la pequeña pantalla como protagonista durante cuatro temporadas de la versión francesa de Doc Martin (la ficción original británica, de mismo título, tuvo su adaptación española en Doctor Mateo) y en la serie que nos ocupa. "Ahora, debes hacer series de televisión a no ser que estés en películas como Harry Potter o Superman, y no tenemos de esas en Francia", reconoce, aunque también ve el lado positivo a la ficción televisiva: "puedes trabajar más en los personajes porque tienes más horas, los guionistas tienen más tiempo para desarrollar los personajes y los actores pueden mostrar diferentes caras de un mismo personaje. Es más interesante", continúa antes de rematar, tras una pausa: "pero todavía se hacen muy buenas historias para el cine en todo el mundo. Creo que el cine sobrevivirá".
Natalia Marco(El País)

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